PRIMER RADIORECEPTOR. Y aunque no tiene
consonancia con el párrafo que precede, deseo mencionar que mi padre venido de
Retalhuleu, después de su renuncia de los ferrocarriles de Guatemala, captó
innovadoras ideas de lo que había visto
en aquella ciudad, y fue así, como
instaló un radio receptor, un marca Zenit de tubos, onda larga y corta,
accionado con corriente eólica, a través de una hélice, adaptada a una torre
alta, que el aire hacía girar, produciendo electricidad, que era recibida por
una batería, y de ahí, salía para el radio, muy bueno por cierto, y una novedad
en su momento, convirtiéndose en el primero de esos aparatos en la población,
como bien lo dice en uno de sus artículos, el Dr. Rigoberto Juárez Paz, así
como la primera vitrola portátil con estuche tipo valija, marca “Columbia”,
accionada por cuerda, de la cual, se supone, vino el nombre “Columbia” de la
segunda marimba que tuvo el pueblo.
Con tal motivo, por curiosidad y distracción,
en las afueras de nuestra casa, se reunía regular número de vecinos, a descansar en un arriate, con sentaderos en
los cuatro costados, bajo el cobijo de
un emparrado de buganvilia que allí existía, mi padre a propósito mandó
a instalar un altavoz, a escuchar música y las noticias diarias de la segunda
guerra mundial 1939-1945, quienes aparte de deleitarse, competían sobre esta
última, unos a favor y otros en contra, acerca de quién de los contendientes la
ganaría al final, si la Alemania de Hitler o los aliados; recuerdo que se
escuchaban nítidamente la XEW de México y la TGW de Guatemala, aparte de otras,
por supuesto, porque en esos tiempos era escasa la energía eléctrica y algunas
personas usaban la energía eólica, hasta
para sacar agua de pozos. También fue el primero en el pueblo en tener una
victrola marca Víctor de cuerda, con discos de acetato, portátil con estuche tipo valija, con una
enorme bocina,
LA AGRICULTURA. Incursionó en
la agricultura, sembrando varios productos como maíz, frijol, maicillo en los
terrenos de la finca de su propiedad en Pila de Moscoso y Guayabo y un potrerito
de herederos en esta localidad, así como tomate, chile pimiento y berenjena,
bajo la modalidad de a “medias”, en terrenos de la finca El Tintero, y ensayó
la siembra de uva con semillas traídas de la república de Chile, recuerdo las
variedades “Niágara”, “Málaga” y la tradicional uva morada o criolla, en el
sitio de su propiedad, lo último no con muy buenos resultados debido a la mucha
plaga existente, pero no obstante, de varias cosechas logró obtener vino casero
de muy buena calidad y fue de los primeros en sembrar tabaco en esta población
bajo la modalidad de a “medias” con un señor llamado Gabriel Godínez, para la
elaboración de puros en fábricas de Zacapa, a donde se exportaba y de
cigarrillos “pata de coche” en esta localidad.
FÁBRICA. En la rama de la
industria, fue dueño de una fábrica de café molido, de inmejorable calidad
denominada “Café Imperial” que contaba con todo su equipo, cuando Alfonso Liu,
pionero de esta clase de negocios en la región, no sonaba todavía en su sede,
Chiquimula; empresa jicareña, en donde se tostaba, molía, empacaba y se
distribuía el producto, ya terminado y
etiquetado, en tiendas de la localidad y parte del territorio nacional, producido con grano en oro o materia prima,
que se traía especialmente de “Tobón”, Jalapa y Chiquimula, con personal
calificado, en la que laboraron, como jefes de operaciones, Odonél López y
Gilberto Barrientos, ayudantes Neftalí Guerra, César Venegas, Ramiro López y
otros que escapan a la memoria y como empacadoras Elvira y Fidelina Morales,
Rosa Venegas y otros.
PEQUEÑAS EXPORTACIONES. Tuvo
también mi padre, el negocio de
extracción de maíz, leña y carbón, con destino a la capital de la
república, que se compraban a terceras personas y se producían también en su
propia finca El Guayabo y Pila de Moscoso, al sur de la población, cargamentos
que eran transportados en patachos de bestias alquiladas y propias en número de
20, más o menos, que llegó a tener, entre mulas y caballos, recuerdo los
nombres de algunas de ellas: “beltrán”, “el bayo”, “ tordillo”, “ la gabina”, “retinto”, “rosillo”, etc., este murió por la
mordedura de una araña de caballo, en pleno camino, en uno de sus viajes; arriadas dichas acémilas, por expertos
muleros: Neftalí Guerra, César Venegas y Herminio Linares, embarcando en
determinado momento hasta cinco carros del ferrocarril, repletos de dichos
productos, por mes, rumbo a comercios de la capital.
La hechura de leña y el carbón
de árboles de encino y sare espino, especialmente, eran realizadas por expertos
carboneros y leñadores de la región, a quienes se pagaba por rede y estiba
efectuada en el propio astillero, a buen precio, siendo aparte la acarreada a
esta población, en bestias nuestras y alquiladas a unos muleros de la Laguneta:
Nicolás, Vitalino, Justo y Gilberto
Marroquín y Herminio Linares de la Campana, para cuyo efecto mantenía contratos
vigentes con el mayor comprador de estos artículos, Juan Molina, en las inmediaciones de la
estación del ferrocarril, La Ermita, en la capital de la república, a donde se
embarcaban un promedio de cinco vagones, por mes, de cada producto.
SUS TELARES. De su propiedad
funcionó, así mismo, una fábrica de hacer ropa, por medio de telares, (aparatos
de madera), en total cinco, que el mismo fabricó, incluyendo urdidoras,
lanzaderas y devanadoras o “redinas” de hilos que llamaban canillas, con los conocimientos en carpintería que
poseía; operados esas máquinas, por
expertos tejedores de El Quiché y Salamá, se recuerda a Concepción Rodríguez y
Alfredo Reyes Guillermo. La producción, que consistía en mantas, driles y
mantelería con adornos típicos, era negociado a nivel local y lugares
circunvecinos.
Dentro de sus múltiples
actividades tuvo palenque de gallos, criando y comprando magníficos ejemplares
de pelea, con todo el equipo que es menester en estos negocios, ya en tiempos
casi modernos cuando estos juegos de azar fueron autorizados nuevamente por el
gobierno, supervisados por la autoridad local y las apuestas eran casi
deportivas.
CARNICERÍA. La tuvo por espacio de más o
menos diez años, que daba servicios los días jueves y domingo de cada semana,
con ganado que compraba a buen precio a pequeños ganaderos de la región y en
las haciendas vecinas, despachada la carne en un tramo especialmente construido
al efecto, con todas las regulaciones de salubridad necesarias, lo cual era un
buen negocio decía, pero el problema era la dificultad de la compra de las
reses por su escases, que eran destazadas en el rastro local por Ceferino
Reyes, quien se encargaba de ralear, tasajear, salar y colgar la carne que
sobraba, para convertirla en la sabrosa cecina.
EL CINE. También fue dueño, mi citado
padre, de uno de los dos primeros cines, que hubo en el pueblo, dotado de su
respectiva planta eléctrica, para casos de emergencia, y vaya si no las hubo,
se iba la luz púbica de repente, denominado “Cine Casasola”. En dicha sala, con
su amplio escenario y pantalla adhoc, se exhibían los días domingos, a veces
jueves o días festivos, películas mexicanas, argentinas y de otras procedencias, atendido por la
prole, algunos de quienes corrían las películas y atendían los aspectos
técnicos del negocio y los otros el resto de actividades de la empresa.
Pero
el trabajo especial o sea las cuñas de los anuncios publicitarios y la
propaganda, eran a cargo del mero dueño del cine, mi padre, que los efectuaba en carteles
colocados en puntos estratégicos del pueblo, con leyendas llamativas y afiches
alusivos, así como anuncios por altavoz.
Se recuerda que en la propagan usaba entre
otras, frase de connotación, por ejemplo, la siguiente: “Atención, mucha
atención, jicareños, el cine Casasola se permite anunciar para el día de hoy, a
las veinte horas, la exhibición, en una sola presentación, de la divertidísima
y “morrocotuda” película mexicana, para todo público, “El Gavilán Pollero”, con
los famosos artistas Pedro Infante,
Jorge Negrete y las bellas y sensuales
actrices, bailarinas de fama internacional, María Antonieta Pons y la Tongolele…
o ya llegó la que tanto esperaba usted: “El derecho de nacer”, con los
prestigiados artistas…. venga usted,
acérquese con su familia a gozar a lo
grande, a reír a mandíbula batiente, no
se la pierda, pocos boletos van quedando, entradas veinticinco centavos adultos
y quince los niños. ¡Y vaya, si no habían llenos completos!. Por ese éxito,
cuya película había gustado, se anunciaba de nuevo “reprise” o repetición para
el día siguiente, a la misma hora.
Como
no era nada egoísta, en la sala del cine Casasola también se exhibían películas
por parte de Rolando Barrientos y Julio Arriola, de el Rancho y Guastatoya,
respectivamente, a quienes alquilaba o simplemente prestaba el salón y algunas
veces intercambiaban películas
FORTALECE SUS NEGOCIOS. La tienda miscelánea de que se habla, fue
sustituida con el transcurso del tiempo,
por otra, de aparatos electrodomésticos, de la marca Philips, comprados a la compañía Philips de Guatemala, S. A., de
cuya empresa fue reconocido como buen comprador y a la vez vendedor, recibiendo
por ello, en varias ocasiones, galardones por su excelencia e iniciativa, de
parte del gerente general de la compañía Juan Lefelar. Este nuevo negocio de
nombre “ALMACEN ELENA, incluía así mismo, mueblería fina y ferretería, con depósito
anexo, de artículos de tipo alimentario y de aguas gaseosas, para la venta al
por mayor en tiendas y pulperías del municipio, con agencias en Teculután y
Guastatoya, este último destruido por el terremoto de 1976, y el otro, ahora,
propiedad de mi hermana Rosa Elba, tras el fallecimiento de mi padre.
Fue distribuidor a manera de
dueño, de un regular lote de máquinas de coser japonesas, que en número considerable, al por mayor,
adquirió de una compañía de aquella nación asiática y que patentó aquí con la
marca “Elena”, en honor del almacén de
su propiedad de ese nombre, que por cierto fueron pan caliente.
Los muebles puestos a la venta en su
almacén, eran manufacturados en la carpintería de su propiedad, ubicada allí mismo, como un anexo. Una anécdota
de lo anterior, recuerda, que uno de sus carpinteros, algo patojón, de la
Estancia de la Virgen, de humilde obrero, pasó a ser profesional de la
medicina, al graduarse poco tiempo después, como médico y cirujano, previos los
estudios pertinentes, costeados con su modesto trabajo.
Por
supuesto que de ese floreciente comercio, solo queda el recuerdo, tras la
muerte de su dueño, mi padre mencionado. En términos generales puede decirse
que Fidel Egberto Casasola Venegas, se perfiló como un hombre de empresa y
sentó sus reales aquí como decidido pionero de las mejores tiendas del pueblo,
línea de proyección que también siguieron sus hijos menores con sus negocios establecidos en esta
localidad y Teculután, actualmente.
Con el producto de su trabajo logro la
compra de cinco vehículos, que le servían como herramienta de trabajo y para
uso personal.
Su compañera de hogar, esposa por años,
Felicinda, le metió el hombro en todo momento, a efecto de hacer progresar sus
negocios y crear a su prole, pudiéndose afirmar que el éxito de las empresa en
su conjunto, fue de los dos, pero reconociendo la astucia del primero en el
ámbito de los negocios y férrea disciplina.
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