jueves, 3 de mayo de 2012

Sus negocios


PRIMER RADIORECEPTOR. Y aunque no tiene consonancia con el párrafo que precede, deseo mencionar que mi padre venido de Retalhuleu, después de su renuncia de los ferrocarriles de Guatemala, captó innovadoras  ideas de lo que había visto en  aquella ciudad, y fue así, como instaló un radio receptor, un marca Zenit de tubos, onda larga y corta, accionado con corriente eólica, a través de una hélice, adaptada a una torre alta, que el aire hacía girar, produciendo electricidad, que era recibida por una batería, y de ahí, salía para el radio, muy bueno por cierto, y una novedad en su momento, convirtiéndose en el primero de esos aparatos en la población, como bien lo dice en uno de sus artículos, el Dr. Rigoberto Juárez Paz, así como la primera vitrola portátil con estuche tipo valija, marca “Columbia”, accionada por cuerda, de la cual, se supone, vino el nombre “Columbia” de la segunda marimba que tuvo el pueblo.
Con tal motivo, por curiosidad y distracción, en las afueras de nuestra casa, se reunía regular número de vecinos,  a descansar en un arriate, con sentaderos en los cuatro costados, bajo el cobijo de  un emparrado de buganvilia que allí existía, mi padre a propósito mandó a instalar un altavoz, a escuchar música y las noticias diarias de la segunda guerra mundial 1939-1945, quienes aparte de deleitarse, competían sobre esta última, unos a favor y otros en contra, acerca de quién de los contendientes la ganaría al final, si la Alemania de Hitler o los aliados; recuerdo que se escuchaban nítidamente la XEW de México y la TGW de Guatemala, aparte de otras, por supuesto, porque en esos tiempos era escasa la energía eléctrica y algunas personas usaban la  energía eólica, hasta para sacar agua de pozos. También fue el primero en el pueblo en tener una victrola marca Víctor de cuerda, con discos de acetato,  portátil con estuche tipo valija, con una enorme bocina,
LA AGRICULTURA. Incursionó en la agricultura, sembrando varios productos como maíz, frijol, maicillo en los terrenos de la finca de su propiedad en Pila de Moscoso y Guayabo y un potrerito de herederos en esta localidad, así como tomate, chile pimiento y berenjena, bajo la modalidad de a “medias”, en terrenos de la finca El Tintero, y ensayó la siembra de uva con semillas traídas de la república de Chile, recuerdo las variedades “Niágara”, “Málaga” y la tradicional uva morada o criolla, en el sitio de su propiedad, lo último no con muy buenos resultados debido a la mucha plaga existente, pero no obstante, de varias cosechas logró obtener vino casero de muy buena calidad y fue de los primeros en sembrar tabaco en esta población bajo la modalidad de a “medias” con un señor llamado Gabriel Godínez, para la elaboración de puros en fábricas de Zacapa, a donde se exportaba y de cigarrillos “pata de coche” en esta localidad.
FÁBRICA. En la rama de la industria, fue dueño de una fábrica de café molido, de inmejorable calidad denominada “Café Imperial” que contaba con todo su equipo, cuando Alfonso Liu, pionero de esta clase de negocios en la región, no sonaba todavía en su sede, Chiquimula; empresa jicareña, en donde se tostaba, molía, empacaba y se distribuía el producto, ya  terminado y etiquetado, en tiendas de la localidad y parte del territorio nacional,  producido con grano en oro o materia prima, que se traía especialmente de “Tobón”, Jalapa y Chiquimula, con personal calificado, en la que laboraron, como jefes de operaciones, Odonél López y Gilberto Barrientos, ayudantes Neftalí Guerra, César Venegas, Ramiro López y otros que escapan a la memoria y como empacadoras Elvira y Fidelina Morales, Rosa Venegas y otros.
PEQUEÑAS EXPORTACIONES. Tuvo también mi padre, el negocio de  extracción de maíz, leña y carbón, con destino a la capital de la república, que se compraban a terceras personas y se producían también en su propia finca El Guayabo y Pila de Moscoso, al sur de la población, cargamentos que eran transportados en patachos de bestias alquiladas y propias en número de 20, más o menos, que llegó a tener, entre mulas y caballos, recuerdo los nombres de algunas de ellas: “beltrán”, “el bayo”, “ tordillo”, “ la gabina”,  “retinto”, “rosillo”, etc., este murió por la mordedura de una araña de caballo, en pleno camino, en uno de sus viajes;  arriadas dichas acémilas, por expertos muleros: Neftalí Guerra, César Venegas y Herminio Linares, embarcando en determinado momento hasta cinco carros del ferrocarril, repletos de dichos productos, por mes, rumbo a comercios de la capital.
La hechura de leña y el carbón de árboles de encino y sare espino, especialmente, eran realizadas por expertos carboneros y leñadores de la región, a quienes se pagaba por rede y estiba efectuada en el propio astillero, a buen precio, siendo aparte la acarreada a esta población, en bestias nuestras y alquiladas a unos muleros de la Laguneta: Nicolás,  Vitalino, Justo y Gilberto Marroquín y Herminio Linares de la Campana, para cuyo efecto mantenía contratos vigentes con el mayor comprador de estos artículos,  Juan Molina, en las inmediaciones de la estación del ferrocarril, La Ermita, en la capital de la república, a donde se embarcaban un promedio de cinco vagones, por mes, de cada producto.
SUS TELARES. De su propiedad funcionó, así mismo, una fábrica de hacer ropa, por medio de telares, (aparatos de madera), en total cinco, que el mismo fabricó, incluyendo urdidoras, lanzaderas y devanadoras o “redinas” de hilos que llamaban canillas,  con los conocimientos en carpintería que poseía;  operados esas máquinas, por expertos tejedores de El Quiché y Salamá, se recuerda a Concepción Rodríguez y Alfredo Reyes Guillermo. La producción, que consistía en mantas, driles y mantelería con adornos típicos, era negociado a nivel local y lugares circunvecinos.
Dentro de sus múltiples actividades tuvo palenque de gallos, criando y comprando magníficos ejemplares de pelea, con todo el equipo que es menester en estos negocios, ya en tiempos casi modernos cuando estos juegos de azar fueron autorizados nuevamente por el gobierno, supervisados por la autoridad local y las apuestas eran casi deportivas.
CARNICERÍA. La tuvo por espacio de más o menos diez años, que daba servicios los días jueves y domingo de cada semana, con ganado que compraba a buen precio a pequeños ganaderos de la región y en las haciendas vecinas, despachada la carne en un tramo especialmente construido al efecto, con todas las regulaciones de salubridad necesarias, lo cual era un buen negocio decía, pero el problema era la dificultad de la compra de las reses por su escases, que eran destazadas en el rastro local por Ceferino Reyes, quien se encargaba de ralear, tasajear, salar y colgar la carne que sobraba, para convertirla en la sabrosa cecina.
EL CINE. También fue dueño, mi citado padre, de uno de los dos primeros cines, que hubo en el pueblo, dotado de su respectiva planta eléctrica, para casos de emergencia, y vaya si no las hubo, se iba la luz púbica de repente, denominado “Cine Casasola”. En dicha sala, con su amplio escenario y pantalla adhoc, se exhibían los días domingos, a veces jueves o días festivos, películas mexicanas, argentinas  y de otras procedencias, atendido por la prole, algunos de quienes corrían las películas y atendían los aspectos técnicos del negocio y los otros el resto de actividades de la empresa.
 Pero el trabajo especial o sea las cuñas de los anuncios publicitarios y la propaganda, eran a cargo del mero dueño del cine, mi  padre, que los efectuaba en carteles colocados en puntos estratégicos del pueblo, con leyendas llamativas y afiches alusivos, así como anuncios por altavoz.
Se recuerda que en la propagan usaba entre otras, frase de connotación, por ejemplo, la siguiente: “Atención, mucha atención, jicareños, el cine Casasola se permite anunciar para el día de hoy, a las veinte horas, la exhibición, en una sola presentación, de la divertidísima y “morrocotuda” película mexicana, para todo público, “El Gavilán Pollero”, con los famosos  artistas Pedro Infante, Jorge Negrete y las  bellas y sensuales actrices, bailarinas de fama internacional, María Antonieta Pons y la Tongolele… o ya llegó la que tanto esperaba usted: “El derecho de nacer”, con los prestigiados artistas….  venga usted, acérquese con  su familia a gozar a lo grande,  a reír a mandíbula batiente, no se la pierda, pocos boletos van quedando, entradas veinticinco centavos adultos y quince los niños. ¡Y vaya, si no habían llenos completos!. Por ese éxito, cuya película había gustado, se anunciaba de nuevo “reprise” o repetición para el día siguiente, a la misma hora.
 Como no era nada egoísta, en la sala del cine Casasola también se exhibían películas por parte de Rolando Barrientos y Julio Arriola, de el Rancho y Guastatoya, respectivamente, a quienes alquilaba o simplemente prestaba el salón y algunas veces intercambiaban películas
FORTALECE SUS NEGOCIOS. La tienda miscelánea de que se habla, fue sustituida con el transcurso  del tiempo, por otra, de aparatos electrodomésticos, de la marca Philips, comprados  a la compañía Philips de Guatemala, S. A., de cuya empresa fue reconocido como buen comprador y a la vez vendedor, recibiendo por ello, en varias ocasiones, galardones por su excelencia e iniciativa, de parte del gerente general de la compañía Juan Lefelar. Este nuevo negocio de nombre “ALMACEN ELENA, incluía así mismo, mueblería fina y ferretería, con depósito anexo, de artículos de tipo alimentario y de aguas gaseosas, para la venta al por mayor en tiendas y pulperías del municipio, con agencias en Teculután y Guastatoya, este último destruido por el terremoto de 1976, y el otro, ahora, propiedad de mi hermana Rosa Elba, tras el fallecimiento de mi padre.
Fue distribuidor a manera de dueño, de un regular lote de máquinas de coser japonesas,  que en número considerable, al por mayor, adquirió de una compañía de aquella nación asiática y que patentó aquí con la marca “Elena”, en honor del almacén  de su propiedad de ese nombre, que por cierto fueron pan caliente.
Los muebles puestos a la venta en su almacén, eran manufacturados en la carpintería de su propiedad,  ubicada allí mismo, como un anexo. Una anécdota de lo anterior, recuerda, que uno de sus carpinteros, algo patojón, de la Estancia de la Virgen, de humilde obrero, pasó a ser profesional de la medicina, al graduarse poco tiempo después, como médico y cirujano, previos los estudios pertinentes, costeados con su modesto trabajo.
 Por supuesto que de ese floreciente comercio, solo queda el recuerdo, tras la muerte de su dueño, mi padre mencionado. En términos generales puede decirse que Fidel Egberto Casasola Venegas, se perfiló como un hombre de empresa y sentó sus reales aquí como decidido pionero de las mejores tiendas del pueblo, línea de proyección que también siguieron sus hijos menores con     sus negocios establecidos en esta localidad y Teculután, actualmente.
Con el producto de su trabajo logro la compra de cinco vehículos, que le servían como herramienta de trabajo y para uso personal.
Su compañera de hogar, esposa por años, Felicinda, le metió el hombro en todo momento, a efecto de hacer progresar sus negocios y crear a su prole, pudiéndose afirmar que el éxito de las empresa en su conjunto, fue de los dos, pero reconociendo la astucia del primero en el ámbito de los negocios y férrea disciplina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario