BIOGRAFÍA DE FIDEL EGBERTO
CASASOLA VENEGAS
1908---2012
Autor:
Carlos Egberto Casasola Saavedra
INTRODUCCIÓN
Por medio de este breve opúsculo post mortem,
me congratulo en dar a conocer, algunos de los hechos y vivencias acontecidos,
en la sincronía del tiempo y el espacio, que constituyen, ahora, la biografía
de mi extinto padre FIDEL EGBERTO CASASOLA VENEGAS, que escribo de manera
sucinta, narrando lo más importante de lo mucho encontrado, como un deber y
satisfacción personal, impregnada del mayor cariño y un reconocimiento muy merecido a su protagonista,
la cual ofrezco en su honor, como un preciado legado a su pueblo natal, El
Jícaro, así como a las actuales y
futuras generaciones de la gran familia CASASOLA SAAVEDRA, a quienes dedico
emocionado, este trabajo; y algo más, como un testimonio pública también, que
trascenderá, ¿por qué no?, al mundo
moderno actual, a través de una de las
páginas de Internet, como efecto se hará, como una mínima contribución a la cultura
colectiva.
El propósito
fundamental de lo anterior, lógicamente es, que esa variedad de cosas bonitas del pasado, de
ese quehacer y comportamiento cotidiano,
de un personaje importante y ser querido, que hizo época pública y familiar, no
queden en el olvido, por el contrario, perduren y puedan ser consultadas como
texto de historia individual, en cualquier momento, como un acto íntimo de
regocijo y análisis de experiencias y sirva
incluso de ejemplo y de puente entre la presente y venidera progenie, y
perpetuar así, el nexo familiar y sus circunstancias, inculcando el sentido de la raza, del orgullo y pertenencia,
muy nuestros, en el devenir del tiempo, y de particulares amigos, si fue el
caso. Hecho el preámbulo, la presento de la manera siguiente:

Su padre, originario de la vecina población de
San Agustín Acasaguastlán, llegó al pueblo, más o menos en los primeros años
del siglo XX, designado como telegrafista del gobierno, en la oficina local,
quien por propios méritos, poco tiempo
después, fue reclutado por la empresa Ferrocarriles de Guatemala, de reciente
creación, para trabajar como agente de estación en Puerto Barrios, Izabal, en virtud que
además del sistema de transmisión internacional, propio del Estado, conocía perfectamente
el Morse, usado en esa empresa privada, ambos identificados por impulsos de
puntos y líneas, significativos de letras, pero en algo diferentes.
SUS ESTUDIOS. Estudió la
primaria o instrucción elemental como se le llamaba en la época, en la escuela
mixta de esta población, bajo la dirección del profesor Pedro Canales y otros
mentores de la jurisdicción.
APRENDIZAJE. En su niñez practicó
el arte de la ebanistería, enseñado por su tío Bernardo Venegas, por lo que era
bueno para hacer muebles, aunque no comerciales, pero sus aspiraciones por otra
clase de actividades de mayores posibilidades económicas, lo hicieron
prescindir de ese oficio, pero conservando siempre su vocación y sus
herramientas manuales completas, con las cuales se identificaba perfectamente,
y que llegó a manejar con destreza, desde el serrucho, cepillo, escoplo,
gramil, garlopa, guillame, hasta la gubia, incluyendo un artefacto que el mismo
elaboró, para afianzar serruchos y rehabilitar sus dientes, no se diga el
metro, el compás y la escuadra, así como
una buena piedra de fábrica, para afilar
y asentar los demás objetos, porque no hay mayor satisfacción que trabajar con
fierros afilados, decía.
Aunque sus anhelos y sus metas
eran otros, como se verá más adelante, aplicando el principio de que el hombre
debe saber de todo un poco, aprendió a manejar los instrumentos de labranza en
el campo y los conocimientos básicos de la agricultura, efectuando algunas
veces siembras de maíz en terrenos de su familia, con buenas cosechas,
recordaba, lo que lo impulsó en su edad adulta a comprar su propia finca La
Pila de Moscoso y anexo el Guayabo, en las que también realizó en mayor grado
esas actividades, incluyendo la crianza de ganado y de cabros.
Durante su infancia, ayudó al
clan familiar, en la elaboración de bolas del llamado jabón de “coche”, de uso
común en la región, que hacían con cebo de res y legías de plantas silvestres,
especialmente de la conocida como “wisquilete” y de cigarrillos caseros “pata
de coche” para la venta local.
SU PRIMER TRABAJO. Precisamente
por sus méritos en sus estudios, especialmente en las matemáticas, pues se
mantenía conquistando los primeros lugares, después de haber cursado el último
grado, fue seleccionado y recomendado por el claustro de profesores y designado
por la autoridad nominadora, como maestro empírico del establecimiento, así les
llamaban porque los titulados eran escasos, ganando un ínfimo salario que no le
alcanzaba para costear sus más apremiantes necesidades, lo que lo obligo a
renunciar al poco tiempo con el dolor de su corazón, pues gustaba de la
docencia.
NUEVOS HORIZONTES. Esa situación lo obligó a
buscar otros derroteros, disponiendo por tanto, trasladarse a Puerto Barrios,
Izabal, siguiendo a su padre Randolfo, con el objeto de aprender, en primer
lugar, el arte de las transmisiones y demás conocimientos de oficina, y
enseguida, con la esperanza de conseguir un trabajo dentro de la misma empresa,
que le permitiera agenciarse un salario mejor y poder ayudar económicamente en
el sostenimiento de la casa paterna y de sus hermanos menores.
LA MUERTE DE SU PADRE. Para
mala suerte suya, a los pocos años de encontrarse juntos en aquella ciudad
porteña, le sobrevino el fallecimiento de su padre Randolfo, a los 50 años de edad,
tras el padecimiento de una enfermedad diagnosticada en aquel tiempo como
“aguas negras” o sea lo que hoy es una ulcera duodenal, cuyo cadáver fue traído
para los actos fúnebres e inhumación a esta población, en tren especial, por
disposición extraordinaria de sus jefes superiores, sin costo alguno para los
familiares, como gesto póstumo de
excelente trabajador. El jefe de la comitiva fue el también ferrocarrilero,
alumno suyo, el jicareño Isidro Morales Marín, que trabajaba también en Puerto
Barrios.
FERROCARRILERO. Después del
deceso de su progenitor, una vez adiestrado, fue nombrado para trabajar en la
bodega de recepción y entrega de carga de la estación de Retalhuleu, una de las
más importancia de la red ferroviaria, en ese entonces, por el enorme
movimiento continuo de carga y descarga que recibía, a nivel local y del
extranjero, ello cuando apenas frisaba
los 20 años de edad, en donde por su comportamiento, logro conquistar el
aprecio de sus compañeros y de su jefe inmediato, el señor Santiago Cuevas, a
quien conoció en Puerto Barrios, principalmente por la habilidad que tenía para
sumar enormes cantidades, sin dilación, en tiempo record y por supuesto, en las
matemáticas en general.
MUERTE DE SU MADRE. Otro revés,
la permanencia en su trabajo y la situación de su madre, cuya enfermedad
empeoró con el fallecimiento de su padre, le obligó e internarla en un hospital
privado de la ciudad de Guatemala, en donde falleció el día 23 de diciembre de
1928, trayendo su cadáver para ser inhumado en el cementerio local. Y lo
anterior sin la ayuda económica de algún otro familiar, más que la espiritual y
la consolación.
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