jueves, 3 de mayo de 2012

Costumbres


SU PASATIEMPO. Su deporte favorito, pero también de apetecida gastronomía, era la pesca con atarraya, pero también de “chinchorros”, de la  que se convirtió en un experto, pues en más de una ocasión capturó varios peces grandes en el río Motagua; solía poner tapescos en el río conjuntamente con otros compañeros, con una suerte tal, que no había turno que no le fuera bien con la cantidad de peces que atrapaban, yo fui entre otros hermanos, su ayudante de pesca, deporte que trasladó como precioso legado de sana diversión, a todos sus hijos varones, que hoy en su honor, practican con pasión.
BONDADES Y COSTUMBRES. En su tiempo, gustaba caminar a pie, siendo así que recorrió largos caminos para llegar a su destino, visitando su finca Pila de Moscoso y anexo el Guayabo, así como varias comunidades del municipio, en vía de negocios o de placer, incluyendo la cabecera de Salamá, en Baja Verapaz, en esta ocasión, para conocer el arte de los tejidos, para su empresa de telares que instaló después, en cuyo viaje yo lo acompañé, siendo un adolescente.
Le apetecían los animales de monte, cuya carne comía sin melindres, pero especialmente los tacuazines y las iguanas, aunque era parco para cazarlos y peor matarlos. Recuerdo que una vez comimos un gato de castilla o doméstico que  le obsequió Samuel Venegas ya preparado.
En su juventud tuvo algunas armas, regularmente escopetas de tubo o perdigones y rifles, pero tuvo una especial calibre 20 de cartuchos, que utilizaba para defensa personal y la cacería modesta.
En una época de su vida, después de almorzar, acostumbraba hacer la siesta, no obstante se acostaba y levantaba temprano, nunca gustó trasnochar.
Fue siempre solidario y caritativo con el dolor ajeno, prestándose a servir siempre que se le solicitaba, dando toda clase de ayuda, incluso, sus vehículos para el traslado de enfermos a los hospitales.
Era de carácter serio,  sin embargo, reía a carcajadas cuando había un verdadero motivo, un buen chiste o payasada divertida, por ejemplo; al  mismo tiempo reservado, y por lo mismo odiaba los chismes callejeros.
El trato con su esposa e hijos fue siempre de comprensión y armonía, con alguna disparidad en el parecer o pensamiento de repente, como suele ocurrir en todo hogar, pero con  autoridad, disciplina, firmeza y  y lo mejor: el amor, con los defectos que cualquier ser humano pueda tener, por supuesto, pero jamás trascendentes.
Tenía buena disposición y creatividad para el diseño de cuantas cosas se proponía realizar, incluso la creación de sus negocios, así como la construcción y remodelación de sus casas, sobre lo cual asesoraba a terceras personas, cuando se le solicitaba.
No tenía religión, pero creía fervientemente en Dios todo poderoso, a quien se encomendaba para los acto de su vida y era muy prudente para comentar, ante los demás, acerca de las religiones, para no herir susceptibilidades.
 Le agradaba comer junto con toda su familia, en la mesa larga, para comentar asuntos familiares y situaciones particulares de actualidad, en hora puntual, salvo causas de fuerza mayor: 7. 12 y 18 horas, en las que ya estaba sentado en la mesa y de ahí la preocupación de mi madre y la cocinera de tener todo listo para cuando el  apenas asomara.
Su comida favorita en los desayunos, eran los tamales de coche, de los que siempre había existencia en el refrigerador.
Ya adulto, por las noches, gustaba ver programas de televisión, especialmente de películas chistosas como la del Chavo del ocho y compinches, Tintan, Cantinflas y algunas telenovelas de repente, juntamente con su compañera de hogar y unos cuantos hijos y nietos que se asomaban en casa, momentos que aprovechaban para degustar, como en los cines, viendo la tele, cualquier clase de golosinas que compraba exprofeso por mayor, para tenerlos a mano, momentos que compartía por igual la muchacha de la casa, que estaba siempre presente, lista para cualquier asunto.
Disfrutaba junto con mi madre, cuando los hijos que estábamos fuera, por cuestiones de trabajo, llegábamos a verlos, ofreciéndonos lo mejor que tenían.
Era asiduo bebedor de café, a tal extremo que, durante todo el día, debía de permanecer en la estufa, una olla de regular tamaño de café, para su calentamiento, eso sí, un tanto ralo, como a él le gustaba, lo mismo que de los cigarrillos que fumó por años, hasta, inclusive, el día de su muerte.
En su juventud, cuando aún no se había embarcado en la empresa de sus negocios, leyó libros como los de Samuel Smill,  Orison Switt Marden, Vargas Vila, Carreño  y muchos más de los que estaban en boga en la época, y en toda su vida, la lectura de periódicos fue su pasatiempo predilecto, especialmente el Imparcial y el diario La Hora, de Clemente Marroquín Rojas, de quien era un admirador, y Prensa Libre, después, con la adicción de llenar crucigramas y demás rompecabezas que vienen en esos medios.
 Como homenaje póstumo, la Asociación Fraternidad Jicareña lo condecoró con la medalla de honor al mérito  “GENERAL JOSÉ MARÍA ORELLANA PINTO”, precisamente por los méritos y protagonismo, en vida alcanzados, y haber dejado huella en el desarrollo y cultura del municipio.
Por todo lo dicho, se puede entonces concluir, que FIDEL EGBERTCASASOLA VENEGAS, por su trayectoria, sus amplias acciones y ejecutorias en favor de sus conciudadanos, los negocioso emprendidos a lo largo de su vida, que dieron fama y prestigio al municipio, fue un verdadero líder en su época, cuyas cualidades y virtudes, enaltecen a su pueblo y su familia.

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